En este artículo se aborda el análisis de los restos conservados del castillo de La Peña o fortaleza Alta de Martos (Jaén), importante yacimiento arqueológico que presenta estructuras emergentes de envergadura. Constituyó el castillo y sede principal del maestre de la Orden de Calatrava en la encomienda de Martos, territorio fronterizo con el reino nazarí de Granada entre los siglos XIII y XV, hasta que esta fortaleza fue abandonada en el siglo XVI. Además de la revisión crítica de la documentación existente sobre este singular ejemplo de arquitectura defensiva medieval, para realizar este análisis ha resultado fundamental el trabajo de campo y la elaboración de la planimetría completa y actualizada de las estructuras conservadas. Los resultados alcanzados en esta investigación arqueológica suponen un avance importante en el conocimiento de este Bien Patrimonial, y aportan nuevos datos que por ahora eran desconocidos o no se habían planteado. La documentación generada constituye la base para las intervenciones de restauración científica en este yacimiento.
This paper is devoted to the analysis of the preserved remains of the
El castillo de La Peña constituyó la cabeza de partido de la encomienda calatrava de Martos (
Esta comarca se caracteriza por ser bastante accidentada, con abundantes zonas montañosas, destacando el macizo calcáreo de La Peña, que alcanza 1003 m s. n. m. en su punto más elevado. Este promontorio con forma sensiblemente cónica se alza ejerciendo el control visual sobre una extensa superficie de la campiña jiennense, que queda delimitada por las sierras de la Grana al noreste (1254 m s. n. m.), de la Caracolera al suroeste (1340 m s. n. m.), de la Pandera y de Alta Coloma al sureste (1763 y 1662 m s. n. m. respectivamente).
En las faldas de La Peña está atestiguada la presencia humana desde el Neolítico, conservándose restos arqueológicos de época íbera
Poco después de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, estas tierras ganadas por la Corona de Castilla fueron donadas a la Orden de Calatrava. Martos se erigió como cabeza de partido de los territorios controlados por esta en el Alto Guadalquivir. Por su emplazamiento y condición de fortaleza natural, La Peña (
Su carácter icónico en la comarca marteña (
El castillo contó con una relevante torre del homenaje (T1), un recinto murado y torreado superior y otro inferior con aljibe y alberca (A), separados ambos por un foso excavado en la roca (
Si en otras fortalezas del entorno se han acometido estudios detallados con motivo de los trabajos de restauración llevados a cabo, del castillo de La Peña tan solo existen breves descripciones que no han llegado a registrar pormenorizadamente sus restos emergentes ni a profundizar en su configuración arquitectónica. El análisis de la información obtenida durante este proceso de documentación ha aportado nuevos datos e hipótesis a las conocidas previamente.
La islamización de la campiña de Martos pudo haber sido temprana, habiendo atravesado el ejército de Tariq estas tierras al poco de entrar en la Península Ibérica, discurriendo por la vía romana que unía Astigi (Écija) con Cástulo (
La rebelión de los muladíes a finales del siglo IX supuso que estos también se hiciesen dueños de un pequeño territorio en esta zona y que se levantaran en sus castillos contra la autoridad emiral. El historiador cordobés ‘Arīb b. Sa‘d, describió en su crónica sobre al-Andalus la sublevación ocurrida en Tušš (Mārtuš) en el año 906 (
Se ha postulado la existencia de un
En el siglo X, la
Más tarde, el califa Alī ben Hamudal-Nāṣir inició en Martos su reinado, poniendo fin a la guerra civil de comienzos del siglo XI, que concluyó con la fragmentación de al-Andalus en los reinos de taifas. Tušš perteneció desde 1028 a la
La batalla de las Navas de Tolosa en 1212 supuso el declive del poder almohade en la comarca de Martos. Tras esta contienda, los castellanos definieron una primera marca fronteriza que controlaba los pasos de Sierra Morena, dominando un pequeño territorio y algunas plazas como Vilches, Tolosa y Baños de la Encina (
El rey Fernando III empezó la conquista del valle del Guadalquivir aprovechándose de la debilidad y de los enfrentamientos internos de los almohades. Fruto de estas disensiones aparecieron diferentes reinos rebeldes que desafiaron al poder del califa ‘Abd Allāh al-‘Ādil, destacando la figura de ‘Abd al-Mu‘minal-Bayyāsī, quien estaba enfrentado a su hermano el gobernador de Sevilla y controlaba la ciudad de Baeza, junto a gran parte del territorio de la actual provincia de Jaén. En 1224, Fernando III comenzó sus primeras incursiones en los territorios del Alto Guadalquivir apoyando a al-Bayyāsī (
Este territorio se encontraba muy fortificado (
Tras la muerte de al-Bayyāsī en 1226 durante un ataque a Sevilla, se produjo una sublevación mudéjar, a la par que estos emigraron masivamente hacia tierras andalusíes, lo que obligó a los castellanos a llevar a cabo un repoblamiento ante el peligro de perder los territorios conquistados.
Las tensiones que se dieron en Martos fueron contenidas por el conde Álvaro o Alvar Pérez de Castro, a quién Fernando III le confió la tenencia de La Peña (
Tras estos acontecimientos, a finales de 1228 se encomendó a la Orden de Calatrava la defensa, administración y estructuración del territorio correspondiente a Martos y sus términos (
En 1238 el primer monarca nazarí, Muhammad ibn al-Ahmar, puso cerco a la fortaleza, posiblemente como reacción a las ofensivas que se estaban realizando contra la ciudad de Jaén. Años más tarde, en 1245 tuvo lugar una nueva incursión en el territorio marteño por parte de contingentes gazules procedentes del reino de Granada, poniendo sitio a la ciudad, intentando frenar la presión y los asedios cristianos en tierras granadinas. El cerco fue levantando de nuevo al llegar los refuerzos enviados por Fernando III (
Martos fue la base de operaciones para la conquista de Jaén, culminada en el año 1246 (
Además, el final del siglo XIII coincidió con un periodo de gran agitación en el seno de la Orden de Calatrava (
Tras el fallecimiento de Fernando IV en Jaén en 1312, se produjo de nuevo una etapa de inestabilidad que fue aprovechada por Ismaīl I para realizar uno de los más intensos ataques sobre la comarca marteña en 1325, tras el desconcierto castellano producido por la derrota en una expedición contra Granada. El monarca nazarí llegó a la villa de Martos, a la que sometió a un duro cerco donde el ejército granadino habría utilizado la pólvora, siendo la primera aparición atestiguada de esta nueva arma en tierras jiennenses (
A lo largo del siglo XIV, el empuje castellano fue desplazando la frontera del reino de Granada hacia el sur de Martos (
Como consecuencia de todos estos ataques y de la situación de frontera con el reino de Granada, la encomienda de Martos realizaría refuerzos y ampliaciones en sus defensas de forma constante, llevando a cabo intervenciones con objeto de configurar una sólida protección a la población. En la fortaleza urbana se siguió manteniendo el esquema de ciudad andalusí con un doble recinto amurallado, uno para albergar en su interior la alcazaba y otro externo que protegía a la medina (
También se levantaron fortalezas de nueva planta como la de Higuera de Calatrava, Torredonjimeno o Jamilena (
Aparte de servir como centro fiscal y jurisdiccional, tenían un importante papel defensivo, de organización territorial y de representación del poder. En algunas fortalezas preexistentes se tuvo que modificar su organización y estructura para acoger diversas dependencias residenciales y conventuales ―salas capitulares, refectorios, capillas, claustros― así como espacios de almacenaje tales como graneros o bodegas (
En el año 1489 la administración de las órdenes militares fue asumida por el rey Fernando el Católico y tres años más tarde era conquistada la capital del reino nazarí, desapareciendo definitivamente la inestabilidad fronteriza. La documentación conservada muestra el imparable deterioro del castillo de La Peña a lo largo del siglo XV, que ya había comenzado en la centuria anterior. En el año 1459 se mandó reconstruir la iglesia de Santa Catalina, situada dentro del recinto (
En una revista a la fortaleza de La Peña realizada en 1557 se realizó un inventario de las armas y determinados bienes muebles existentes en ella, la mayoría de ellos inservibles, indicando además que el alcaide frey Gutierre López de Padilla ya no se encontraba en ella (
Durante la guerra de la Independencia, se produjeron enfrentamientos a las afueras de Martos, llegando los invasores a ocupar el castillo de La Peña en 1808 (
Entre las primeras referencias históricas generales, destaca la que realizara en 1579 Diego de Villalta, vecino de Martos y uno de los últimos ocupantes de la fortaleza. Aún en esos postreros momentos la referiría como “inexpugnable” y que estaba “cercada de fuertes y altas murallas y torres y cubos muy espesos, puestos en la cerca y cuadra [...] Tiene dentro de lo cercado una torre del homenaje grande y muy hermosa, con un foso muy hondo, todo cavado al derredor y cortado en la peña viva, con su puente levadizo de madera asida con fuertes y recias cadenas” (
En estas ilustraciones, el recinto más elevado muestra un primer frente amurallado al norte, con torreones en los extremos y una torre-puerta fortificada con carácter monumental en su punto central. En la primera imagen, que presenta más detalle y fue utilizada para la portada de su libro, se aprecian murallas posteriores de las que emergen torres, pudiendo destacar un torreón de dimensiones superiores a los demás, que vendría a corresponder con la torre del homenaje.
En 1639, Ximena Jurado también representó el castillo de La Peña en su obra
En 1791, Antonio Ponz Piquer indicaría que “en la cumbre permanece un fuerte castillo abandonado en su ruina como los demás de España” (
El primer acercamiento científico a sus vestigios lo realizó Juan Eslava Galán (
En
El trabajo más reciente fue llevado a cabo por la Asociación para el Desarrollo de la Sierra Sur de Jaén (ADSUR)
Sí se ha abordado con mayor profusión el contexto territorial, destacando las publicaciones del Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de la Universidad de Jaén, destacando los estudios de Juan Carlos Castillo Armenteros sobre el señorío calatravo en estas tierras (
Tras la entrega de Martos a la Orden de Calatrava en 1228, se diseñó una fortaleza que ocupó toda la meseta de la cumbre, aprovechando la orografía del terreno como defensa natural, quedando las hipotéticas estructuras previas amortizadas o absorbidas por completo por las nuevas construcciones. El perímetro murario acabaría definiendo una planta trapezoidal, abarcando una superficie total en torno a los 8550 m2 (
En la actualidad, la subida a La Peña se realiza por su ladera meridional, por ser la más accesible. Este sendero, ejecutado en 2004, tiene un trazado zigzagueante, con un desnivel de más de 150 m de altura y una longitud de 480 m (
Las fortalezas Alta y Baja habrían estado enlazadas por dos lienzos murarios, tal y como relató Diego de Villalta en el siglo XVI
El recinto está dividido por un gran foso excavado en la roca (F) que cuenta con un muro en su lado más meridional, atravesando de este a oeste la planicie de la cima de La Peña, lo que establece una estructura jerárquica en la constitución del castillo, aislando la parte superior del resto del recinto fortificado por medio de un puente levadizo.
Su anchura llega a ser de más de 6 m y fue excavado en dirección este-oeste hasta el “mal vecino”, como se conoce localmente al precipicio existente en la falda occidental de La Peña. Además, habría actuado como cantera para la obtención del material pétreo utilizado en los muros de la fortaleza.
El foso habría funcionado en seco y se encontraba recorrido por una muralla que delimitaba el reducto superior. Ambos elementos fueron mantenidos una vez se construyó el recinto inferior, separando de manera nítida ambos perímetros.
Además, en su zona este se aprecia un quiebro en el trazado para duplicar la línea de muralla. Este hecho permite plantear la hipótesis de que en esta zona podría encontrarse el puente levadizo o algún otro elemento de control para la conexión entre ambos recintos, que se vería reforzada por la presencia de la torre T2. La existencia de este elemento en el extremo oriental del foso sugiere la presencia de otra en el extremo opuesto, donde se ven indicios de la presencia de una posible torre circular. Esta hipotética torre reforzaría el eje este-oeste del foso, enmarcando el recinto superior entre estos dos elementos circulares.
En el recinto elevado destacan los restos de la torre del homenaje (T1), elemento icónico que es reconocible desde la lejanía del territorio y donde debió de ubicarse la residencia del comendador de la Orden de Calatrava.
En el recinto inferior son visibles los vestigios de un aljibe y una alberca (A). Aparte de los lienzos de la muralla, actualmente no emerge ninguna otra estructura edilicia. Con todo, debió de ser el lugar donde se ubicaron la mayor parte de las construcciones intramuros, entre las que podrían encontrarse la iglesia de Santa Catalina, los hornos, el lagar o los talleres mencionados en las visitas de la orden.
El perímetro murario era continuo en todo el recinto, y en el “mal vecino” existió al menos un parapeto de protección de poco espesor, como evidencian los restos conservados. La muralla fue completada con la construcción de torreones y bastiones reforzando puntos estratégicos. Su reducido número
Los visitadores de la Orden de Calatrava ya advertían en el siglo XVI de la falta de mantenimiento en la torre mayor de esta fortaleza. Aun así, sigue siendo el elemento más presente en todo el conjunto, estando ubicada en la parte más elevada de la meseta (
Fue construida con mampostería bien ripiada, dispuesta en hiladas y con las esquinas trabadas con sillares diferentes, con alturas que oscilan entre los 10 y los 22 cm. Muchos de los que están tallados en piedra arenisca son de acarreo, presentando símbolos, entalles y recortes debidos a un uso anterior en otras edificaciones. La sillería no está en el resto de las torres y cubos del recinto amurallado, que, o bien son de planta circular, o cuentan con las esquinas curvas, hecho que también está en la torre del homenaje del castillo de Víboras (
El diseño de la principal torre del castillo de La Peña es bastante compacto, contando con ventanas rasgadas no conformadas con sillares, con forma abocinada hacia el interior. Las mejor conservadas están en el alzado sur, donde se puede observar tres aspilleras y los restos de una cuarta dispuesta a un nivel superior. En los demás alzados también estuvieron presentes, aunque su contorno se haya muy desfigurado. Cuentan con unas dimensiones de aproximadamente 1,80 × 0,40 m. Por su ubicación y posición, la función de estos huecos era la de iluminar y ventilar las estancias, siendo las emplazadas hacia el flanco este las únicas que podrían permitir un uso defensivo.
Empotrado en el paramento del alzado norte y a la altura del suelo del primer nivel de la torre, se ha conservado una cavidad de sección cuadrada que podría haber formado parte del sistema de acceso. Está ejecutada en ladrillo, destacando la erosión que se aprecia en la base inferior, debido posiblemente al desgaste provocado por un elemento circular. Se encuentra a ras del suelo del primer nivel y podría haber estado vinculada a un eje horizontal del sistema de puerta basculante de entrada a la torre. El acceso a esta plataforma abatible tendría que realizarse con medios auxiliares, tales como ménsulas empotradas en el muro, rampas y/o escaleras, hecho que puede apreciarse en los huecos alineados en diagonal de la torre del homenaje del castillo de Víboras. En este último caso se ha conservado un espolón de mampostería en su esquina noroeste, junto al arranque de estos huecos, por lo que en las inmediaciones de la torre del homenaje del castillo de La Peña pudieron existir estructuras anexas vinculadas a este sistema de acceso, como parecen apuntar los restos arqueológicos que se vislumbran cerca de su esquina nordeste.
Esta torre del homenaje evidencia haber tenido al menos tres salas superpuestas, conservándose una estancia colmatada por escombros bajo el nivel accesible actualmente. La inferior está compartimentada, lo que podría estar en consonancia con los indicios de división espacial en los niveles superiores de estas grandes salas longitudinales de más de 15 m de longitud, cubiertas con bóveda de cañón.
Diversos autores atribuyen a la estancia inferior el uso de aljibe. Sin embargo, este espacio se encontraba iluminado, puesto que las tres ventanas rasgadas conservadas en el alzado sur están asociadas a este nivel. Por ello en esta planta se encontrarían otras dependencias de la torre, existiendo aún la posibilidad de que un aljibe hubiese sido dispuesto en un nivel inferior a este, quedando así la torre organizada en cuatro plantas (
En las estructuras emergentes no se aprecian evidencias de las escaleras que permitiesen realizar las conexiones verticales entre los diferentes niveles. Probablemente, estas podrían haber estado empotradas en los mismos, tal y como sucede en la mejor preservada torre del homenaje del castillo de Víboras y como parecen que fueron reflejadas en uno de los dibujos realizados en la década de 1980 por Francisco Cerezo Moreno (
En cuanto al nivel superior, no quedan restos que permitan una completa interpretación del espacio. Los muros de la torre van disminuyendo en sección, pasando de los 2,60 m de espesor del nivel intermedio a los 2 m en la planta más alta, de la que quedan restos de los arranques de las bóvedas de ladrillo y de posibles muros o arcos fajones que, además de rigidizarla, podrían estar en relación con la compartimentación del espacio de la sala superior. La coronación de la torre del homenaje se ha perdido completamente, pudiendo haber existido un espacio aterrazado sobre el nivel superior.
Las bóvedas se encuentran ejecutadas con dos hiladas de ladrillo dispuestas a soga, que quedarían enrasadas con la cara interna de los muros. Dadas sus dimensiones, para su construcción debió de emplearse una cimbra que le sirviera de apoyo y que sería retirada una vez finalizara el proceso (
Esta torre pudo haber alcanzado los 20 m de altura sobre la rasante del alzado este, con tres o cuatro niveles cubiertos con largas bóvedas de cañón que pudieron alojar en su interior distintas estancias para albergar el programa de necesidades demandado por la Orden de Calatrava.
El lienzo L0 es el único que subsiste del perímetro amurallado del recinto superior en la vertiente sureste. Destaca la aparición de un quiebro en su trazado, aprovechando el sustrato rocoso y actuando a modo de cremallera, sobresaliendo como el elemento defensivo principal que se prolongaría en el frente oeste (
Este muro no se encuentra trabado con la torre del homenaje. Esto podría estar indicando la existencia de diferentes momentos constructivos y ha podido ocasionar el derrumbe de parte de su trazado, debido a la falta de arriostramiento.
La muralla L1 se sitúa al norte de la torre del homenaje, delimitando el contorno del recinto superior hasta alcanzar el foso. Este también se adosa sin enlazarse a la cara norte de la torre del homenaje. Está actuando como contención de una gran acumulación de material procedente de los derrumbes, presentando un desnivel de más de 5 m entre el alzado interior y el exterior.
La torre circular T2 ha resultado clave para conocer las fases evolutivas del castillo de La Peña. Se encuentra prácticamente desaparecida, por lo que las descripciones de la fortaleza no se han hecho eco de su presencia. Con todo, aún se pueden ver suficientes mampuestos en el terreno para evidenciar su forma curva, con un diámetro exterior que pudo alcanzar los 7 m. En torno a esta torre circular pudo haber existido un sistema de control para el acceso al recinto superior. En ella convergen el lienzo de muralla L2, proveniente del recinto inferior, y el muro al sur del foso para proteger el recinto superior.
Los restos de ladrillo existentes a su alrededor sugieren la posibilidad de que la estancia interior pudo haber estado cubierta por una cúpula de este material. Se conservan además indicios de las jambas que delimitarían el acceso desde el perímetro amurallado en torno a la torre del homenaje.
El lienzo de muralla L2 tiene un trazado rectilíneo y discurre sobre el lado este de la fortaleza, hasta alcanzar los restos de una torre que habría albergado una puerta del recinto inferior (
El alzado interior presenta unas características similares al exterior, apreciándose algunas irregularidades en las hiladas más cercanas al foso y a otras zonas puntuales del lienzo donde se produce una ruptura en el trazado, existiendo restos de morteros que serían posteriores a la construcción inicial. Estas anomalías coinciden con huellas de otros muros o estructuras desaparecidos que lo habrían acometido.
Al alcanzar este lienzo a la torre-puerta de entrada (P1), se produce un ensanchamiento en su sección, enmarcándose en el planteamiento de un acceso al recinto inferior del castillo. En el alzado exterior se aprecian piedras dispuestas para encajar la rosca de un arco. Presentan un trazado rectangular, de aproximadamente 10 × 6,30 m, sobresaliendo 1 m de la rasante del lienzo de muralla.
En el alzado frontal existen irregularidades en los morteros, que presentan una coloración más rojiza, y en las hiladas, que muestran la colocación anárquica de mampuestos indicando intervenciones posteriores. Los visitadores de la orden ya dejaron constancia de las necesidades de reparaciones en la puerta de la fortaleza.
Se observa la presencia de sillares y piedras talladas embutidas en el muro tras la jamba sur, que podrían haber estado vinculadas a las guías de un rastrillo. La torre-puerta presentaba al menos una planta por encima del nivel de paso, dados los restos que subsisten en el flanco norte, donde aún se constata la cara interior de los muros con un espesor de 1,80 m, que sería excesivo para un pretil o un almenado de cubierta. Esta estancia parece quedar señalada en las puertas representadas en los grabados de la fortaleza de La Peña publicados en 1579 por Diego de Villalta (
Sería el que discurre de norte a sur entre la torre-puerta de entrada (P1) y la torre circular (T3), situada en el extremo noreste (
La torre circular T3 se encuentra en el extremo noreste del recinto (
Sobre esta bóveda cabe la posibilidad de que hubiera una sala superior. No quedan vestigios de elementos de comunicación vertical entre estos espacios, que, de haber existido, debieron ser de escasa entidad debido a las pequeñas dimensiones del aposento. Lo más probable es que no hubiera una comunicación directa entre ellos, y que a la parte superior se accediera por el exterior o a través de los caminos de ronda que discurrirían sobre los lienzos de muralla, tal y como parece apreciarse en el dibujo realizado por Francisco Cerezo Moreno en la década de 1980 (
Se sitúa entre la torre circular T3 y la cuadrangular T4 (
Al igual que sucede en la torre T3, en el aparejo de la fábrica existen abundantes restos de tejas y ladrillos. Esto podría indicar que en sus alrededores debieron de existir otras construcciones arruinadas, de las que pudieron haberse aprovechado dichos materiales. Presenta un trazado irregular, observándose un engrosamiento en la parte central del muro, desde los 1,60 m, hasta los 2,20 m. Este no es el resultado de un añadido posterior, sino que derivaría de las necesidades de reforzar este tramo de muralla, que presenta una longitud de 47 m. El peralte solamente es apreciable en su alzado interior, mostrando hacia el exterior un paramento continuo.
Su trazado discurriría en dirección al siguiente torreón del recinto (T4), pero no se aprecia en superficie su continuidad en suelo. En este punto podrían haber existido otro acceso al recinto inferior de la fortaleza que se comunicase directamente con la Villa de Martos. Esta hipótesis tendría sentido en tanto que, desde este alzado norte, se tiene contacto visual directo con la fortaleza Baja. Tal vez la etimología del barrio de El Portillo, situado en el contacto de Martos con La Peña, pudiese estar en relación con una posible conexión entre ambas fortificaciones a través de esta vertiente septentrional. Además, estaría en consonancia con los grabados históricos del siglo XVI, que ubicaban una torre-puerta con cierta monumentalidad y como símbolo de poder en este frente de la fortaleza.
Esta torre se ubica en la parte central del alzado norte de la fortaleza, estando entre los lienzos de muralla L4 y el L5 (
La torre T4 es un elemento singular en el diseño de la fortaleza, alzándose como un bastión que presenta ciertas peculiaridades constructivas. En ella se constata el recrecido de una primitiva torre de menor envergadura, que algunas descripciones recientes del castillo mencionan como los vestigios de una fortaleza andalusí. Sin embargo, la técnica constructiva del torreón interior es similar a los del resto de la fortaleza calatrava. El recrecido sería el resultado de otra fase, motivada por la necesidad de reforzar este elemento o bien por su posible vinculación con la puerta representada en los grabados del siglo XVI. Las esquinas que definen la fábrica más externa son redondeadas, hecho que podría estar en relación con las adaptaciones poliorcéticas del siglo XIV a la incipiente artillería, teniendo constancia de que en el año 1325 se produjo un asalto con el uso de la pólvora. El desarrollo de esquinas curvadas también es apreciable en el muro L6 que confina al aljibe.
Al igual que en el lienzo L4, en la torre T4 también se aprecian perforaciones de entre 8 y 12 cm de diámetro en el interior del muro de mampostería que la reviste interiormente. Estas se introducen en la sección del recrecimiento de dicha torre, por lo que podrían responder a la necesidad de arriostramiento entre ambas estructuras. Al analizar la trayectoria de los orificios, se puede comprobar que están dispuestos en sentido diagonal, lo que consigue una mayor superficie de contacto entre el elemento pasante y la estructura preexistente.
El tramo de muralla L5 es el que presenta mayor superficie de material desplomado de todo el castillo. En su trazado destaca el quiebro de unos 20º hacia el norte que se aprecia en el punto más occidental del paño conservado, donde se ha producido la rotura. El trazado de muralla puede seguirse por medio de varios vestigios sobre la rasante del suelo, continuando en dirección oeste hasta abrazar al aljibe por medio del lienzo L6.
En el extremo inferior y más septentrional del recinto interior se encuentran los restos de las estructuras relacionadas con el sistema de abastecimiento de agua al menos al recinto inferior de la fortaleza (
De La Peña surgen manantiales como el de El Sapillo o el de Los Charcones, que han posibilitado el abastecimiento a la población de Martos, pero en su cima no existen surgencias de agua ni tampoco se ha constatado la excavación de pozos. Esta razón justificaría la construcción de depósitos para la recolección de pluviales y su almacenamiento en la cota más baja del recinto, hacia donde se podrían conducir las escorrentías. Los restos conservados están formados por una alberca, relacionada a su vez con un aljibe adosado a la muralla.
La fortaleza de La Peña es el único exponente en los castillos calatravos del entorno que cuenta con una alberca conectada a un aljibe, sirviendo este elemento como un decantador del agua antes de su almacenamiento en la cisterna. La primera cuenta con unas dimensiones de 8 × 11 m y muros de mampostería, revestidos con una capa de mortero hidrófugo. En su parte más elevada se localizan dos orificios de entrada de agua. Están ejecutados en mampostería y presumiblemente quedarían conectados con una red de recogida de escorrentía de lluvia, pues se orientan hacia los sectores este y oeste del recinto inferior. En la parte oriental de la alberca se aprecian los restos de una plataforma de mampostería que debió de tener unas escaleras de bajada a la lámina de agua.
El líquido pasaría al aljibe por medio de una conducción, donde se almacenaría para su posterior extracción por un brocal, posiblemente en algunas de las bóvedas más centrales, que son las que presentan una mayor rotura. Sobre sus tres naves se dispuso una terraza asomada a la muralla.
Para la construcción del aljibe y la alberca debió de aprovecharse una vaguada natural, quedando confinada por el lienzo L6. Este muro es el único que presenta un zócalo, que podría provenir de la necesidad de crear un basamento que sirviera de regularización para la construcción del aljibe.
Esta cisterna presenta planta rectangular y queda dividida en cuatro naves que se encuentran separadas por tres arcos rebajados de ladrillo. Están cubiertas por bóvedas del mismo material de 29 cm de soga aparejados a canto, que, por las aristas que presentan, podrían considerarse como esquifadas, resultantes de la intersección de dos cañones provenientes de los lados laterales y frontales. En su construcción no se recurrió al uso de cimbras, al igual que en muchas de las bóvedas nazaríes construidas en torres (
El aspecto de este depósito es muy tosco y se pueden apreciar irregularidades en su trazado, con una curvatura más suave en su parte inferior que en la superior, lo que pudo deberse a una posible corrección del aparejo durante el proceso de puesta en obra. En los castillos del entorno, tales como el de Santa Catalina en Jaén o el de Alcaudete, existen ejemplos de aljibes cubiertos con bóvedas de ladrillo, aunque ejecutadas de una forma mucho más regular.
Exteriormente el aljibe estaría protegido por el lienzo L6, siendo uno de los mejor conservados de toda la fortaleza. Esta muralla presenta un espesor superior al resto, alcanzado los 2,40 m, debido a la necesidad de contener la presión hidrostática. En su parte superior la sección se reduce hasta alcanzar 1,60 m, conservándose restos que apenas se elevan 1 m sobre la rasante.
Los restos del trazado de la muralla se encuentran muy deteriorados en su continuidad hacia el lienzo L7, no pudiéndose establecer con exactitud el recorrido que este presentaría, que pudo estar resuelta con una ligera curvatura, o bien contorneando la nave más oriental del aljibe. Esta última posibilidad tendría más sentido, configurándose en torno a este punto un contundente bastión defensivo que reforzaría el flanco noroeste de la fortaleza.
La esquina que se conserva al este de esta estructura también presenta un acabado redondeado, proyectado ya en el diseño original. Esto podría indicar que en el periodo de construcción de este recinto inferior ya se tenía constancia del uso de artillería, lo que podría estar apuntando una fecha de construcción del recinto inferior en la primera mitad del siglo XIV.
Este tramo del recinto amurallado discurre entre la esquina noroeste del aljibe y la torre T6, estructura semicircular adosada a la muralla (
Los lienzos L7 y L8 presentan similares características, con un trazado regular, sin apreciarse alteraciones. La distribución de las hiladas se prolonga hasta la torre T6, donde la continuidad de los lienzos comienza a desaparecer, quedando solamente vestigios y restos de morteros que insinúan la existencia de un pretil o una estructura de escasa importancia por lo abrupto del terreno.
Los torreones presentan una sección semicircular y maciza, siendo la única muestra de esta tipología en el recinto. La torre T5 no se encontraba trabada con el lienzo de muralla, lo que implica que esta actuaría a modo de contrafuerte, acortando la distancia de los lienzos que, de no ser así, estaría por encima de los 50 m. Por el contrario, la torre T6 sí presenta evidencias de encontrarse enlazada con el trazado murario.
En el recinto amurallado de la fortaleza Baja de Martos quedan muestras de construcción en tapial, presente en buena parte de las edificaciones almorávides y almohades (
Pese a que las fuentes parecen apuntar la existencia de estructuras militares en La Peña previas a las construcciones de la Orden de Calatrava, no quedan evidencias de estas. Todos los restos emergentes conservados en la fortaleza responden a unos mismos principios constructivos, sin observarse grandes diferencias en los aparejos de piedra, por lo que el castillo calatravo habría supuesto un hiato con todo lo anterior, quedando las estructuras previas amortizadas o enmascaradas (
La Peña es un sólido rocoso donde abunda la caliza dolomítica, lo que la convierte en una cantera natural de donde obtener el material constructivo y el aglomerante, siendo esta piedra la que impera de forma predominante en toda la fortaleza. Fue extraída del foso y utilizada mayoritariamente como mampostería sin labrar, con la superficie más plana para dar cara al exterior, rellenado los huecos con abundante ripio. El tamaño de estas piedras es variable, oscilando entre los 20 y 40 cm en función de su localización. También aparecen pequeños fragmentos de piedra arenisca reutilizada, por lo general con un aspecto mucho más regular, y trozos de teja y ladrillo, sobre todo en determinados lienzos de la zona nordeste del recinto.
La mampostería se dispone en hiladas más o menos regulares, ripiadas para mantener su horizontalidad. En el relleno interior se insertaron también piedras de mayor tamaño que servían para arriostrar y dar mayor consistencia. La sección de los lienzos de muralla tiende a ser constante, teniendo un espesor de 1,60 m. Las dimensiones de las hojas exteriores oscilan entre los 20 y 25 cm, con lo que el relleno interior llega a alcanzar los 1,20 m. Puntualmente, se aprecian refuerzos que alcanzan los 2,40 m de espesor.
En algunos lienzos del recinto se reconoce la presencia de mechinales para maderas pasantes, con sección circular de diámetro entre los 8 y 12 cm, que habrían sido taponados con una piedra en el exterior, lo que a priori parecería apuntar al uso de mampostería encofrada
Sin embargo, el estado que presenta el castillo de La Peña permite estudiar el relleno interior de los muros en los puntos en los que la cara se ha desprendido, como ocurre en el lienzo L4. La ausencia de una disposición regular y continua en estas oquedades manifiesta que en su origen no se emplearon encofrados, sino que la mampostería se colocaría careada en hiladas, siendo los orificios las huellas de elementos auxiliares para la construcción o refuerzos de atirantamiento y/o trabazón.
Las fábricas encofradas requieren de una puesta en obra más compleja, mientras que el uso de una mampostería aparejada simplificaría y agilizaría el proceso edilicio, dado que la puesta en obra se puede realizar desde la cara superior del propio lienzo que se está construyendo. Se colocarían en primer lugar los mampuestos exteriores aplomados y posteriormente se rellenaría el interior con otras piedras de menor tamaño en hiladas regulares, empleándose también ripios pétreos y cerámicos.
Solo en las esquinas de la torre del homenaje se emplea como elemento de traba y refuerzo la mampostería labrada en forma de sillares con dos caras talladas, habiéndose conservado una parte de la esquina norte. En algunos de los sillares se aprecian marcas de cantería, reconociéndose un total de tres tipos, con letras e inscripciones sencillas. El cercano Molino del Cubo, situado apenas 3,5 km al nordeste de La Peña, fortificado en 1437 por el maestre de la Orden de Calatrava, Luis González de Guzmán, también cuenta con sillares con marcas de cantero en las esquinas y conformando los tabucos ventaneros. Estos sillares presentan una mayor homogeneidad y disposición más regular, mejor traba con las hiladas y labra para diferentes ángulos, por lo que evidencian haber sido talladas para este edificio (
La cimentación de los muros está ejecutada aprovechando al máximo las condiciones naturales de La Peña, donde los afloramientos rocosos sirven de zócalo y los escarpes llegan a crear farallones naturales infranqueables. A diferencia de las fortificaciones andalusíes, que absorben las irregularidades del terreno por medio de zarpas a modo de plataformas de arranque, el sustrato rocoso sobre el que se levanta la fortaleza Alta de Martos hace directamente de cimentación, sin entalles ni retoques, apoyando los muros directamente sobre la roca, allí donde se aprecian los contactos con el sustrato geológico. Así ocurre en la torre del homenaje, donde se crearon hileras de nivelación y regularización con mampuestos de diferentes tamaños a la manera de un basamento, hasta alcanzar un punto donde el desnivel es regularizado y comienzan las hiladas horizontales del paramento.
El mortero de cal, con árido calizo y arena fue el material utilizado como aglomerante para dar cohesión a los distintos materiales pétreos. En las estructuras conservadas en esta fortaleza se puede constatar la existencia de dos tonalidades distintas en los morteros, a veces presentes incluso en un mismo lienzo. El primer aglomerante tiene un aspecto más grisáceo, con una mayor concentración de cal y árido calizo. El segundo tipo es más rojizo, con una dosificación mayor de árido procedente de arenisca e incluso con presencia de chamota.
Aún se conservan muestras de los revocos con los que se cubrirían tanto las dependencias internas como los lienzos de murallas y torres. En los primeros, se utilizó un enlucido más fino, tal y como se puede observar en los paramentos interiores de la torre del homenaje. En cuanto a la muralla, tras el rejuntado entre piedras se aplicó una capa de mortero rico en cal que envolvería y regularizaría todo el lienzo, habiéndose desprendido en buena medida en la cara más externa de los mampuestos, donde la capa aplicada sería más fina. De este modo el paramento presentaría una apariencia bastante lisa y regular que dificultaría la escalada de los muros, sin fingir sillería o un falso despiece pétreo con cordones y fajas de cal en relieve.
Otro material presente en el castillo de La Peña es el ladrillo, utilizado para aparejar las bóvedas. Aunque este material cerámico ha sido objeto sistemático de expolio tras el abandono de la fortaleza, todavía quedan restos de las bóvedas del aljibe, de la torre del homenaje y de la cúpula de la torre circular (T3). Todos los ladrillos tienen unos 28 cm de soga y en torno a los 4 cm de espesor, pero la anchura a tizón varía entre los 18 cm de los conservados en la torre del homenaje y en el aljibe, que son dónde se encuentran las bóvedas de mayores dimensiones, y los 14 cm de los de la cúpula hemisférica de la torre T3, cuyo menor tamaño se amolda mejor a un contorno circular de algo más de 3 m de diámetro.
Aunque todo el conjunto responde a una técnica constructiva muy homogénea, del estudio de los contactos entre las diferentes estructuras emergentes y del análisis murario, se desprende la existencia de varias fases evolutivas (Figs.
La primera en ser levantada fue la torre del homenaje, que podría haber servido como un elemento aislado en este primer momento, pues su falta de traba con los lienzos L1 y L9 denotan que se construyó aislada, siendo autosuficiente para permitir una primera ocupación de la cima y para albergar la residencia del comendador de la orden. Se puede apreciar una evolución en la dosificación de los morteros, que presenta una mayor concentración de árido en las partes superiores de esta torre, siendo más ricas en cal las inferiores.
Tras ello, se habría continuado con la construcción del recinto superior, delimitando de esta forma este reducto, que quedaría aislado del resto de la meseta que corona La Peña por medio de un foso. La presencia de la torre T2, que supuestamente habría sido de esquina en este momento, indica una delimitación que debió de ser prioritaria sobre la construcción del resto del recinto, con el propósito de proteger y garantizar la seguridad de la torre principal. De ser así, en esta fase se debió de construir algún elemento para el almacenamiento de agua en este recinto primigenio, en caso de que este no se encontrara en el interior de la torre del homenaje.
Tras esto se levantó todo el recinto amurallado inferior, incluyéndose la torre-puerta P1, las torres T3, T4 interior y T6, todos los lienzos de murallas y el sistema de abastecimiento de agua con alberca y aljibe. Todos estos elementos se encuentran trabados, pudiéndose apreciar que sus hiladas se entrelazan. De esta forma quedaría definido el contorno fortificado que ha llegado hasta nuestros días. Los morteros empleados en la construcción del recinto inferior presentan una dosificación mayor de cal en comparación con los utilizados en la torre del homenaje. Se aprecian elementos con esquinas redondeadas, como el lienzo L6 y la torre T4 exterior, hecho que puede estar en relación con las mejoras poliorcéticas del siglo XIV ante la artillería, lo que nos permite encuadrar cronológicamente esta parte de la fortaleza en dicha centuria.
La última fase constructiva se contextualiza dentro de reparaciones o actuaciones ejecutadas sobre lo ya edificado, con objeto de mejorar las defensas. El primer ejemplo de refuerzo lo tenemos en la torre T5, entre los lienzos L7 y L8. Se trata de un contrafuerte semicircular que pudo deberse a la necesidad de acortar la distancia del lienzo de muralla. Es posible que se ejecutara justo después de la realización del paño, o incluso a la par que este, puesto que no muestra signos de debilitamiento ni de haber tenido problemas derivados de su longitud. Otro ejemplo de refuerzo lo encontramos en la torre T4, en este caso de una mayor envergadura, revistiéndose con una camisa de mampostería, que sigue la técnica primitiva. Las razones para este refuerzo podrían haber venido motivadas por una reparación de posibles daños tras un ataque o para paliar deficiencias constructivas. Otra posibilidad es que estuviesen relacionadas con el establecimiento de la torre-puerta P2 en este frente murario, conectada con la villa de Martos.
A pesar de disponer de un sistema constructivo sólido y robusto, el paso del tiempo ha mermado considerablemente la envergadura de la fortaleza. El proceso de erosión y desgaste de la fortaleza ha venido motivado por dos factores determinantes: la falta de mantenimiento y el expolio. En el análisis murario se puede apreciar el expolio de material, destacando el despojo generalizada del ladrillo, sillares de esquina en la torre del homenaje y otros mampuestos.
El estudio murario del castillo de La Peña permite comprobar que la técnica constructiva que fue empleada es bastante uniforme en todo el perímetro. Toda la fortaleza sigue una misma tradición edilicia, sin la aparente reutilización de estructuras previas.
En una primera etapa se habría ejecutado el recinto superior de la fortaleza, que albergó en su interior a la torre del homenaje, levantándose esta al inicio, para posteriormente delimitar el perímetro murario. El hallazgo de los restos de la torre T2 corrobora esta hipótesis, planteándose la posibilidad de la existencia de un sistema de control y acceso en sus inmediaciones.
El estudio de la sección de la torre del homenaje permite analizar su disposición constructiva y su organización interna. Cabe la posibilidad de la existencia de un cuarto nivel, de forma que albergara un aljibe en su base, que de no ser así debió de existir en sus inmediaciones para abastecer de agua a este primer reducto fortificado. Esta torre principal fue reforzada con sillares de esquina de acarreo procedentes de otras construcciones, no pudiéndose atestiguar la presencia de artesanos canteros en el proceso edificatorio.
En el alzado este, el estudio de la torre-puerta P1 muestra la existencia de un cuerpo superior y la posibilidad de que esta contara con algún sistema aspillerado vertical, del que se pudiera hacer uso desde esa parte alta, reforzando de esta manera este punto de entrada al conjunto.
El trazado murario del flanco norte deja varias hipótesis sobre su morfología. La doble cara de mampostería que se aprecia en la torre denota una reparación y descarta la posibilidad de que este refuerzo albergara en su interior una estructura andalusí previa. Se plantea la posibilidad de que entre la torre T5 y el lienzo L4 pudiese haber existido otro acceso a la fortaleza, estando estas estructuras relacionadas con una torre-puerta enmarcada en este frente norte, que permitiría la conexión entre el castillo de La Peña y la fortaleza Baja.
Tras el abandono en el siglo XVI, el recinto quedó desprotegido ante el expolio, acelerando de esta manera el proceso de degradación. Se produjo a partir de entonces la extracción generalizada del ladrillo de las bóvedas. Este hecho podría explicar la degradación que presenta la torre del homenaje, frente a otros casos como la del cercano castillo de Víboras, que se ha conservado casi íntegra hasta el nivel de la terraza, puesto que sus dos bóvedas de cañón se construyeron con lajas de piedra, habiéndose expoliado el ladrillo solo en la rosca del arco de medio punto de su acceso elevado.
Además, en los lienzos del castillo de La Peña hay muestras de la retirada de mampuestos y de los sillares de esquina de la torre del homenaje. En los siglos XVI y XVII la ciudad de Martos experimentó un fuerte desarrollo económico, social y urbanístico, destacando la figura del arquitecto jiennense Francisco del Castillo. Este realizó importantes obras en la villa durante este periodo, como la ampliación y rehabilitación de las iglesias principales, la construcción de la cárcel y el cabildo, o el proyecto de restauración de la fortaleza Baja en 1558, que pretendía valorizar la ciudad medieval. En este contexto de crecimiento urbano, la fortaleza Alta pudo haber servido de cantera, abasteciendo de ladrillos y de mampuestos a las obras marteñas.
La torre del homenaje del castillo de la Peña presenta un delicado estado de conservación. Al menos debe de conservar una bóveda casi completa por debajo de la rasante actual, que podría corresponder con la del nivel de la entrada elevada a la torre. El paramento más occidental está desaparecido a partir de dicho nivel, hecho que también ha afectado a las esquinas oeste y norte, así como a una porción de los lienzos sur y norte. La meridional se conserva a duras penas, una vez han sido expoliados todos sus sillares, frente a la septentrional, que los conserva en gran medida. Muchos de los paramentos están descarnados, al haber perdido la cara de mampostería encofrada siguiendo hiladas enripiadas
luis.garcia@uma.es / ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-2905-0656
julionavarro@eea.csic.es / ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-4698-5506
fernandoortegacamacho@gmail.com / ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9542-5885
En torno al siglo V a.C., ya existía un
El emperador Augusto otorgó a Martos el título de
En este periodo,
Existen discrepancias para definir los límites con las encomiendas vecinas de Víboras y Porcuna, puesto que no estaban claras ni tan siquiera para la propia Orden de Calatrava. A finales del siglo XVIII, estas últimas estaban ya englobadas en la de Martos (
http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/fototeca [fecha de consulta: 15/08/2018]
http://www.adsur.es/contenidos/baul/turismo/turismo_castillos_martos_pena_plano.php [Fecha de consulta: 15/08/2018]
“En la última parte septentrional que mira al norte, hace esta Peña dos puntas que descienden hasta el medio de la misma Peña, y son a manera de hombros que sustentan y tienen la fortaleza que en lo alto está edificada […]. Salen desde el pie de lo áspero de la Peña dos pedazos de muralla no del todo continuada, que cada uno por su parte desciende y va a dar al castillo bajo, dentro de la cuadra, de los cuales se incluye toda la mayor parte de lo poblado” (
La distancia de estos elementos oscila entre los 20 y los más de 40 m, cifra elevada si la comparamos con las separaciones existentes en otras fortalezas del entorno.
En esta técnica constructiva, las piedras se colocan alineadas contra el haz interior de las tablas en ambas caras del muro, dejando el interior vacío, que se rellena posteriormente con una mezcla de mortero de cal y piedras más irregulares y pequeñas que las usadas en el exterior, a la manera de un calicanto. Esta masa interior se compacta para que no queden espacios vacíos en el núcleo y tampoco entre las piedras exteriores. Una vez desencofrado se procede al relleno de las juntas y a la aplicación del revestimiento exterior. El uso de dicha técnica constructiva implicaría que la distribución de los mechinales tendría que realizarse de forma homogénea y continua a lo largo de todos los lienzos murarios para el uso regular de agujas, a menudo de pequeña escuadría y no pasantes (
En el transcurso de la investigación sobre esta torre se ha podido constatar que el proceso de deterioro ha aumentado, agrandándose las roturas e incrementándose la pérdida de mampuestos.