IN MEMORIAM

Alberto López Mullor

(Barcelona, 1952-2017)

 

Àlvar Caixal Mata

Servei de Patrimoni Arquitectònic Local, Diputació de Barcelona

 

Copyright: © 2017 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de una licencia de uso y distribución Creative Commons Attribution (CC-by) España 3.0.

Llegado el momento de definir esta manera de actuar, podemos concluir que, básicamente, la arqueología del patrimonio edificado lo es cuando su objetivo trasciende los resultados de la excavación y se ocupa también, o solamente, del estudio de las estructuras aéreas a través de la estratificación que presentan. Se trata, pues, de utilizar un método de aproximación al yacimiento que pueda permitir un conocimiento integral del mismo. De esta manera, y entendiendo como yacimiento todo el conjunto edificado, la atención deberá centrarse por igual en acciones arqueológicas consideradas tradicionales, tales como la abertura de sondeos o la excavación de superficies amplias, ya sea por debajo o por encima de la cota 0, como en el análisis estratigráfico pormenorizado de paramentos y otras estructuras aéreas. Así, las conclusiones del estudio arqueológico atañerán indiscriminadamente a todos los elementos del conjunto construido, visibles o no.

(“Veinte años después”, Arqueología de la Arquitectura, 1, 2002: 163).

Fig. 1. Alberto López Mullor

Imagen

[Descargar tamaño completo]

 

La madrugada del pasado 6 de abril nos dejó Alberto López Mullor, doctor en Geografía e Historia y director del Programa de Conjuntos Históricos de la Diputación de Barcelona. Se lo llevó la enfermedad contra la que luchaba desde hacía años. Hasta el día antes de ingresar por última vez en el hospital aún escribía artículos y corregía trabajos de sus alumnos, y se lamentaba de no tener suficiente tiempo para atender sus compromisos académicos. Se enfrentó a su infortunio con tanta dignidad y fortaleza de espíritu, con una determinación tal que, en ocasiones, aún a sabiendas del combate desigual que disputaba, a muchos nos pareció que acabaría venciendo.

Alberto López nació el 8 de julio de 1952 en el barrio barcelonés de Sants, detalle no menor, ya que siempre insistió en destacar que se sentía muy orgulloso de haber nacido y crecido allí, justo enfrente de las vías del tren y con el mar en el horizonte. Estudió en las escuelas públicas del barrio, y en 1969 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona, instalada entonces, antes de construirse el campus de Bellaterra, entre los muros del monasterio de Sant Cugat del Vallès. Allí decidió ser arqueólogo. Aún estudiante, obtuvo sucesivas becas de la Diputación de Barcelona para hacer prácticas en el Museo Arqueológico de Barcelona y colaborar activamente en las excavaciones de Empúries. Terminada la carrera en 1974, en la que recibió premio extraordinario de licenciatura, cumplió servicio militar en la base naval de Cartagena y en el Cuartel General de la Armada en Madrid, donde compaginó la enseñanza en el Colegio de Huérfanos Nuestra Señora del Carmen con las prácticas profesionales en el Museo Arqueológico Nacional. De vuelta a casa, encadenó diversas becas del Ministerio de Educación y Ciencia e intensificó progresivamente su antigua vinculación con el Museo Arqueológico de Barcelona, primero como investigador y más tarde como arqueólogo a tiempo parcial. Alternó esa dedicación con su labor como profesor ayudante del Departamento de Prehistoria e Historia Antigua en la Facultad de Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona y como técnico del Patronato Municipal de Cultura del ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat. Aún tuvo tiempo de gozar de una estancia en la Fondazione Lerici de Roma y de participar en las excavaciones de las necrópolis etruscas de Cerveteri y Tarquinia, antes que, en 1980, ganara por oposición la plaza de conservador de plantilla del Museo Arqueológico de Barcelona. Fue en esa época donde se acabó de forjar el vínculo de relación personal y profesional —que se había iniciado en su etapa de estudiante—, con el doctor Eduardo Ripoll, a la sazón director de dicha institución. No es ningún secreto que Alberto López se reconoció siempre como alumno y discípulo del profesor Ripoll, cuya influencia en tantas facetas de su trayectoria académica y de su formación humana se me antoja decisiva. Y me consta que mantuvo siempre un recuerdo vivísimo de aquellos primeros años de profesión en el Museo y de su paso por las ruinas de Empúries (y no tan solo por razones científicas, sino también sentimentales). Además, bueno será recordar que algunos de los yacimientos que conoció entonces —el asentamiento ibérico y villa romana de Darró (Vilanova i la Geltrú) y la fortaleza ibérica de El Montgròs (El Brull)— se convirtieron luego en referentes inseparables de su recorrido vital como arqueólogo.

Su estancia en el Museo se alargó hasta 1984, cuando fue nombrado responsable de la Unidad de Investigación y Documentación del renovado Servicio de Catalogación y Conservación de Monumentos de la Diputación de Barcelona (más tarde llamado Servicio de Patrimonio Arquitectónico Local, SPAL). Desde este organismo se impulsó una nueva metodología de trabajo que, mediante la participación de equipos pluridisciplinares, analizaba el monumento y sus circunstancias antes de redactar el proyecto de restauración. De acuerdo con este principio, se sucedieron desde entonces, y continúan en la actualidad, las investigaciones arqueológicas, los estudios documentales y los análisis tipológicos de los monumentos donde actúa el SPAL, con la finalidad de averiguar la configuración de cada una de sus etapas históricas, determinar la cronología relativa y absoluta de esos períodos y acercarse a la funcionalidad y significado de todos sus elementos. Alberto López permaneció ininterrumpidamente al frente de esta Unidad hasta 2011, cuando pasó a ocuparse de manera exclusiva del Programa de Conjuntos Históricos de Darró y de El Montgròs, a los cuáles dedicó, con entusiasmo renovado, sus últimos años de profesión.

A lo largo de sus veintisiete años como responsable de la Unidad de Investigación Histórica del SPAL, Alberto López promovió la aplicación del método arqueológico —que entendía como un instrumento y no como un fin en sí mismo— en las intervenciones en el patrimonio edificado; fue firme partidario de la arqueología global, interdisciplinar y liberada de fronteras cronológicas, y dirigió o codirigió con su equipo de colaboradores un sinfín de excavaciones en yacimientos de época clásica y en edificios civiles, militares y religiosos de época medieval, moderna y contemporánea. En este aspecto hay que recordar que fue uno de los pioneros en la aplicación del método Harris en España. Su primera experiencia con tal procedimiento fue en 1979, en la excavación de la ermita de Nuestra Señora de Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat), donde puso en práctica los conocimientos adquiridos a partir de sus contactos con el equipo encabezado por Pierre Jean Trombetta, que entonces dirigía los trabajos en el Grand Louvre. Un año más tarde, en el marco de la campaña anual de excavaciones en la ciudad romana de Empúries y formando parte del equipo de dirección, experimentó con el nuevo modelo de registro en los sondeos practicados en el área septentrional de las tabernas del foro, revelándose también aquí, en el campo de la arqueología clásica, la validez y efectividad del método estratigráfico. Tras estos dos ensayos, pasó a utilizarlo de manera cotidiana en todas sus excavaciones, tratando siempre de adaptar el método a las características particulares de cada yacimiento. Entre los muchos que excavó durante todos esos años cabe citar, por distintas razones —aparte de Darró y El Montgròs—, la villa romana de Els Ametllers (Tossa de Mar), las termas romanas de Sant Boi de Llobregat, la villa romana y el castillo de Cubelles, la iglesia y el castillo de Castelldefels, las iglesias de Sant Vicenç de Malla, de Sant Vicenç de Rus (Castellar de n’Hug) y de Sant Quirze de Pedret (Cercs), la antigua rectoría de Castellnou de Bages o el monasterio de Sant Llorenç prop Bagà (Guardiola de Berguedà).

Defendió siempre con firmeza que la principal baza del investigador es la publicación y difusión del conocimiento; no es de extrañar, pues, que su producción científica fuera excepcional. Cerca de 500 trabajos publicados dan constancia de su obra, iniciada el año 1971 con una pequeña crónica sobre las actividades realizadas durante el XXV Curso Internacional de Arqueología de Empúries, y concluida póstumamente con la publicación, el pasado mes de julio, de un opúsculo dedicado al conjunto monumental de Darró. Es de destacar su contribución a los estudios de cerámica romana, medieval y moderna, materias en las que era destacado experto, y a las que siempre atribuyó una gran importancia, convencido como estaba de que el buen conocimiento de la cultura material es imprescindible para la correcta interpretación de los distintos períodos históricos. Cabe recordar que en 1988 leyó su tesis doctoral sobre Las cerámicas romanas de paredes finas en Cataluña, dirigida por el doctor Eduardo Ripoll, producciones sobre las que nunca dejó de investigar y publicar. En esta línea, merecen especial mención sus aportaciones al conocimiento de éstas cerámicas en diversos yacimientos de las Islas Baleares. Difundió también puntualmente los resultados de las excavaciones que dirigió, y lo hizo a través de las series periódicas que ayudó a impulsar desde el propio SPAL (Quaderns Científics i Tècnics o Monografies) o bien a través de una larga lista de ponencias y artículos presentados en reuniones científicas, simposios y congresos nacionales e internacionales, en los que participó activamente (más de un centenar a lo largo de su vida). Fue un hombre de curiosidad infinita y de intereses intelectuales muy amplios, como lo prueban sus trabajos y conferencias sobre poliorcética antigua, arquitectura religiosa y militar de época medieval y moderna, necrópolis medievales o también sobre patrimonio arquitectónico, restauración monumental y arqueología de la arquitectura.

Estuvo vinculado al Istituto Internazionale di Studi Liguri desde muy joven, y fue socio de la Société Française d'Étude de la Céramique Antique en Gaule, desde 1986; de la Asociación Española de Arqueología Medieval, desde 1987; de la Association Internationale pour l'Étude des Céramiques Médiévales et Modernes en Méditerranée, desde 1993; de la Associació Catalana per a la Recerca en Arqueologia Medieval, desde 1997; de la European Association of Archaeologists, desde 1998, y de la Sociedad de Estudios de la Cerámica Antigua en Hispania, desde su fundación en 2009. Igualmente, fue miembro de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi desde 1994. También formó parte de diversos consejos de redacción de publicaciones científicas, entre las cuales cabe citar Informació Arqueològica y Empúries (Museo Arqueológico de Barcelona), Arqueología de la Arquitectura (CSIC-Universidad del País Vasco), Arqueologia medieval (ACRAM), y Quarhis. Quaderns d’Arqueologia i Història de la Ciutat (Museo de Historia de Barcelona).

Alberto López ejerció de maestro de varias generaciones de arqueólogos desde su cargo como responsable de investigación del SPAL, impartió clases en las universidades de Barcelona y Girona, dictó lecciones magistrales en innumerables cursos académicos y dedicó buena parte de los últimos años —los más difíciles a causa de la cruel enfermedad contra la que luchaba— a su querida Universidad Autónoma de Barcelona, aplicándose a sus alumnos de licenciatura y máster con una determinación y una generosidad admirables. Quienes aprendieron de él en esta etapa final explican que Alberto López no solo les interpeló a abordar con rigurosidad científica la lectura e interpretación de la arqueología por encima de la cota cero o a valorar en su justa medida la importancia de los estudios ceramológicos, sino que también, y quizás fuera esta la enseñanza de vida que más huella dejó, a comprometerse en la defensa del patrimonio y a no renunciar nunca al valor social de la arqueología.

He querido dejar para el final un comentario sobre la dedicación de Alberto López a los estudios vinculados a la arqueología de la arquitectura, disciplina donde fue pionero, innovador constante y referencia obligada. Quisiera destacar aquí, como ejemplo de todo ello, su contribución en las Jornadas de arqueología aplicada al estudio e interpretación de los edificios históricos, organizadas por el Ministerio de Cultura en octubre de 2009 y publicadas en 2011, donde en un artículo emblemático condensaba de una manera clara y precisa el largo proceso de construcción del método de intervención del SPAL en el patrimonio arqueológico edificado. En esas mismas páginas repasaba las experiencias acumuladas a lo largo de veinticinco años de trabajo de campo y señalaba la difusión de los resultados y la formación universitaria continuada como elementos imprescindibles para el avance de esta modalidad de la investigación.

No quisiera acabar sin recordar que Alberto López fue una figura que gozó de gran prestigio entre la comunidad científica: investigador apasionado, trabajador incansable ―su amplísima producción bibliográfica es buena muestra de ello― y profesional culto y riguroso, siempre dispuesto a atender una consulta y a ofrecer un consejo. Para los que tuvimos la fortuna de estar más cerca de él, podemos dar fe de que Alberto fue un hombre cordial y exquisito en el trato, afable y vital como pocos, dotado de un fino sentido del humor y de un alto concepto de la amistad. Le tendremos siempre presente.

Àlvar Caixal Mata

Servei de Patrimoni Arquitectònic Local
Diputació de Barcelona