Presentamos en este trabajo los resultados del estudio realizado sobre el pequeño refugio rural de Vilella (Almiserat, Valencia), construido mediante la técnica del tapial durante los últimos momentos de dominación islámica en el Sharq al-Andalus. Se analizan la planta y las defensas del recinto (sistema de ingreso y torre oeste) y, sobre todo, los distintos tipos de fábrica de tapia y las improntas constructivas asociadas a esta técnica. También se analizan otras técnicas de construcción documentadas.
The results of the study of the small rural refuge of Vilella (Almiserat, Valencia), built in rammed earth technique in the last period of the Islamic domination in the Sharq al-Andalus, are here exposed. This work analyses the shape and the defences of the enclosure (access system and western tower) and, above all, the different types of rammed earth fabric and the building traces associated to it. It analyses as well other recorded building techniques.
A lo largo del presente trabajo pretendemos abordar la revisión de un edificio defensivo concreto de época andalusí, localizado en el ámbito rural valenciano: se trata del refugio de Vilella (Almiserat, Valencia), ya publicado hace tres décadas por los investigadores franceses Pierre Guichard y André Bazzana (
Los edificios de carácter defensivo, en su práctica totalidad de origen islámico, abundan en el área geográfica señalada. Se asientan sobre lomas, o montañas de mediana altura, y presentan una morfología muy variada. La historiografía lleva al menos tres décadas tratando de establecer una cronotipología válida dependiendo de la forma y función de estas construcciones (
Las técnicas de ejecución de cada una de las construcciones ofrecen una amplia variedad formal, a pesar de que se basan, en la mayor parte, en el tapial y la mampostería. La arquitectura rural se encontraba condicionada por la escasa especialización de los oficios y la lejanía de los principales centros urbanos, de modo que se veía obligada a explotar los recursos de su entorno inmediato (
El período objeto de estudio se centra alrededor de las últimas décadas de poder almohade, entre la segunda mitad del siglo XII y el final del dominio mardanisí (1172) por una parte, y la descomposición política que sigue al inicio de la conquista cristiana del Sharq al-Andalus o levante peninsular, entre los años 1228 y 1233/1245 (
El refugio andalusí de Vilella (734010, 4312533, huso 30S) se encuentra situado en el término municipal de Almiserat, a unos dos km al NNO de este núcleo urbano de poco más de trescientos habitantes. Pertenece a la comarca valenciana de la Safor y se halla a poca distancia del límite con la comarca del Valle de Albaida (
Vilella fue construido en la cima de una pequeña meseta rocosa de 413 m de altura, entre dos barrancos a partir de los cuales se desarrolla un estrecho paso conocido como Coll del Llautó, una vía de comunicación histórica. Tres de las cuatro caras de la meseta presentan un perfil recto e inaccesible.
El ámbito geográfico se define por la dirección de las últimas estribaciones de los sistemas prebéticos, perpendiculares a la costa, que dejan corredores de orientación O-E (interior-litoral) cada vez más anchos hasta dar paso a amplias llanuras litorales de formación aluvial (
El emplazamiento de Vilella cuenta con escasas referencias documentales. Aparece por primera vez en la Crónica o
En marzo de 1239, Jaime I llegó con sus tropas a la fortaleza costera de Bairén (Gandía) y, de inmediato, se entrevistó con su alcaide, llamado Avencedrell / Ibn Sidray (
En 1258, Vilella vuelve a aparecer en la mención de las guarniciones cristianas encomendadas a Arnau de Foces y a sus alcaides, destacadas en los sitios de Benicadell, Carbonera, Bélgida, Montes, Rugat, Vilella, Borró y Palma, con motivo de la resistencia musulmana a la conquista
En el año 1261, el topónimo Vilella vuelve a aparecer en la documentación
Desde la segunda mitad del siglo XIII, pues, Vilella queda abandonado. El refugio permanecería ajeno a la investigación y no sería "redescubierto" hasta diciembre de 1978, durante el transcurso de una prospección aérea de la zona. Serían los investigadores franceses Pierre Guichard y André Bazzana quienes asociaran la imagen de una estructura desconocida con el Vilella de la documentación medieval, basándose en su localización (
Actualmente es un Bien de Interés Cultural (BIC), con declaración genérica, sobre el cual no se plantea ningún tipo de actuación.
El refugio de Vilella es hoy un recinto vacío, limitado por varios lienzos de tapia que forman un espacio amurallado de planta poligonal alargada en dirección E-O, con cierta forma de riñón (figuras
Las dos únicas unidades complejas del refugio son una torre situada al oeste y el sistema de ingreso en recodo al norte. Ambas estructuras se encuentran unidas por los lienzos de la cerca. La defensa del recinto se centra en ellas dos, no hallando ninguna otra estructura más.
Uno de los aspectos más llamativos del refugio es la ausencia de cisterna o aljibe para la recogida y almacenamiento de agua. No es algo habitual en los construcciones defensivas andalusíes, puesto que el aljibe es un elemento esencial para la supervivencia de los refugiados en caso de cerco o asedio
En cuanto al registro cerámico, es escaso y el mayor porcentaje corresponde a fragmentos informes de teja cuya adscripción cronológica resulta muy difícil. Representa, sin embargo, la prueba de la existencia de estructuras techadas en el interior de Vilella, aunque no podamos decir a qué época pertenecerían ni cuál sería su naturaleza. El restante volumen cerámico está compuesto por galbos muy rodados y, en su mayor parte, sin decoración, de pasta anaranjada bícroma con desgrasante mineral grueso, y algún fragmento escaso vidriado en turquesa que nos sitúa a finales del siglo XII y comienzos del XIII. La escasez de material cerámico se debe, creemos, al corto espacio de tiempo que Vilella estuvo ocupado, según la documentación escrita, pero también a la inclinación de la meseta rocosa hacia el N-NO y hacia el S, lo cual ha provocado, en el primer caso, la acumulación de sedimentos contra los muros de cierre y, en el segundo, el arrastre de materiales hacia la ladera S y el barranco que discurre a los pies.
El mayor volumen de información, pues, ha quedado en los restos arquitectónicos que se mantienen en pie.
El estudio y documentación de los restos arquitectónicos de Vilella nos ha permitido obtener un importante registro de técnica constructiva. Mayoritariamente se empleó, como en todos los recintos defensivos del área ya señalada, la técnica del tapial, consistente en encofrados móviles de madera (tapiales) que se rellenan con tierra y otros materiales: cal o yeso, piedras, gravas, ladrillos y eventualmente madera o fragmentos de cerámica; la mezcla se compacta por capas con ayuda de un pisón. Vilella ofrece la posibilidad de ampliar el panorama de estudio de esta técnica de construcción, puesto que presenta diversas tipologías de tapia; junto a la técnica y materiales, ha sido posible, además, recuperar algunas secuencias de construcción y, sobre todo, diversas marcas e improntas asociadas al uso de los encofrados. Ello nos permite conocer de forma indirecta el tipo y variedad de cajones utilizados, así como las partes de las que estuvieron compuestos.
En menor proporción, los alarifes de Vilella hicieron uso de la mampostería, la cual, aun así, sigue siendo abundante. Fue utilizada, principalmente, para construir los zócalos de los muros de tapia y levantar las bases de regularización de los mismos en una meseta de superficies irregulares. De forma casi residual, la técnica de la mampostería aparece también en acabamientos y en parches de reparación.
La piedra labrada es prácticamente anecdótica. No hay evidencias de sillares, y la única estereotomía la representan los sillarejos, que se colocan solamente en ciertos puntos bajos de la estructura de la torre oeste, los muros del perímetro y el sistema de ingreso.
Salvo en zócalos y bases de regularización, aparte de otros pocos puntos, el refugio andalusí de Vilella se levantó mediante la técnica del tapial. Se utilizaron encofrados horizontales compuestos por tableros de barzones alternos (uno en el interior y otro en el exterior) y un cabecero de tablones verticales (
El resultado son tapias simples, con superposición de cajones sin ningún elemento entre ellos que los articule y aspecto de fábrica homogénea y monolítica (
En Vilella, el sistema de agujas más utilizado es pasante; sus improntas, llamadas agujales
Tampoco ha sido posible determinar si las agujas empleadas fueron de madera o metálicas, aunque la primera opción es la más probable, dada la utilización de los recursos locales (en este caso, la madera) y el uso restringido del hierro en la Edad Media. En el interior de algunos agujales se han encontrado restos de madera de agujas perdidas.
Por lo que respecta a los cajones, se ha podido registrar el uso de tres modalidades de tapia distintas:
• modalidad que algunos autores llaman "hormigonada" u "hormigón de tapial" (
• tapia de mortero con bloques y áridos (presencia media de cantos de pequeño tamaño y gravas de entre 3 y 5 centímetros, irregulares y de aristas vivas): la mezcla de mortero presenta también una mayor proporción de cal que de tierra; sin embargo el porcentaje mayor de la composición lo representan los bloques, calizos y de tamaño medio (entre 10 y 20 centímetros de media). No están regularizados, la mayoría muestran trazas de extracción o de reducción y muchos de ellos solamente se encuentran desbastados para facilitar el encaje y la colocación contra los tableros. Estos bloques se disponen entestados, con la cara más plana contra los tableros y una tendencia horizontal, en hiladas regulares y por tongadas alternas. Las tongadas de bloques presentan un grosor medio de 13 a 15 centímetros, mientras que las de mortero se sitúan en una media de 8 centímetros. Cada hilada de bloques fue presionada para que el mortero de la tongada inferior, sobre la que descansaban los bloques, se infiltrase entre los huecos; del mismo modo, las capas de mortero se presionaban con el mismo objetivo, tratando de evitar al máximo las bolsas de aire. Gracias al desplazamiento por presión, los bloques tienden a retirarse de los tableros lo suficiente para que entre ambos se filtre el mortero, creando una costra poco homogénea y de espesor variable, la cual a veces ni siquiera llega a cubrir por completo las caras de los bloques. Este tipo es el dominante en Vilella.
• tapia "calicostrada" o costrada: modalidad de la tapia de mortero con bloques y áridos. La mezcla de mortero y áridos supera la proporción de bloques; el mortero, al tiempo que rellena los huecos entre los bloques por la presión, se aplica con un espesor variable contra los tableros antes del vertido y compactado de las tongadas. Así se crea una capa de protección o costra que permanece tras el desencofrado.
• Este tipo de tapias son consideradas recientes, y así lo creemos también nosotros, enmarcadas desde un momento indeterminado del siglo XI o comienzos del XII hasta la conquista del territorio valenciano, con perduración a lo largo del siglo XIII. Para esta fase reciente hemos observado, dentro de nuestra área geográfica, una generalización del uso de bloques en la composición de las tapias, en las construcciones fechadas entre la segunda mitad del siglo XII y la primera mitad del siglo XIII.
Por otra parte, la aparición en un mismo paramento o una misma estructura de distintas modalidades de tapia responde a necesidades estructurales; mientras que las tapias "hormigonadas" se utilizan en posiciones inferiores dada su mayor resistencia, las tapias con contenido de bloques aparecen en posiciones superiores. Éstas últimas suelen ser las que presentan la mayor cantidad de reparaciones y las que con mayor facilidad se desgastan una vez el edificio queda abandonado.
La de la mampostería es una técnica muy localizada, pero abundante: se encuentra principalmente en zócalos, cimentaciones y bases de regularización (
La mampostería se define como una técnica o fábrica basada en la piedra recibida con mortero (
• mampostería ordenada o concertada (figuras
• mampostería desordenada o irregular: lo más habitual es que se trate de una fábrica libre (no encofrada) y oportunista (aprovechamiento máximo de los materiales disponibles). Los mampuestos se colocan tratando de formar hiladas regulares, interrumpidas por mampuestos o bloques de mayor tamaño (
La división certera entre mamposterías libres y encofradas resulta mucho más complicada. A veces se reconocen con facilidad por la existencia de improntas de encofrados (agujales, mayoritariamente) o por el plomo recto de las fábricas. No obstante, que no aparezcan esas impresiones no significa que no se encofrasen: debieron existir cajones sin sistema de agujas, sujetos desde el exterior por puntales, también usados para levantar algunos tipos de tapia en las zonas bajas de los paramentos. Esta consideración se basa también en el acabado exterior plano que adoptan las lechadas de mortero al rebosar (
El uso de bloques trabajados solamente se ha podido documentar en Vilella en dos refuerzos esquineros situados en el sistema de ingreso (
No es común encontrar este tipo de material constructivo entre los zócalos de mampostería, constituidos normalmente por mampuestos sin trabajar o simplemente regularizados para facilitar su encaje, aunque tampoco es del todo extraño. Sí es más común, sobre todo a partir de época cristiana, encontrar sillares o sillarejos para encadenar o como machones.
Llamamos improntas o marcas de construcción a todas aquellas evidencias que quedan impresas en negativo contra los cajones de tapia por el uso de encofrados (también en las obras de mampostería encofrada). A través de estas improntas se puede establecer el tipo de caja utilizada, sus longitudes y sus elementos constitutivos, o al menos los que estuvieron en contacto con el material de construcción.
El abanico de improntas es amplio, pero se puede clasificar en dos grandes grupos, las asociadas a la caja de encofrado (tableros, cabecero y barzones) y los agujales.
Respecto al primer grupo, hemos documentado el uso de tableros formados por un mínimo de 4 y un máximo de 6 tablones de madera. La altura de cada uno de ellos es variable, y se relaciona con la altura total que tendrá el tablero, así como con la disponibilidad de tablones o de materia prima; esta altura se encuentra entre los 14 cm en el menor de los registrados y los 29 cm, aunque son las medidas entre los 19 y los 21 cm las que más se repiten. La longitud de los tablones y, por tanto, de los tableros, parece ser más arbitraria. Hay que tener en cuenta los centímetros que se pierden en el montaje del encofrado, es decir, la distancia comprendida entre el cabecero y el extremo del tapial, y que resulta imposible de cuantificar salvo en los casos en los que el cabecero no se monta y se aprovecha todo el encofrado.
Las improntas de barzones no son tan comunes. En todo el recinto hemos podido identificar únicamente dos; como otras marcas de barzón conocidas, presentan una altura idéntica a la del cajón. Pertenecen a encofrados formados por tableros de barzones alternos y aparecen en los casos en los que no se monta el cabecero porque el encofrado puede ser encajado entre dos tapiadas ya terminadas. La impronta de barzón suele aparecer en las tapiadas de las esquinas, así que es un buen indicador de la dirección en que corre el encofrado: nos informa de que esa tapiada ha sido la última de la hilada y posterior a aquella con la que formará ángulo en la esquina. Cuando estas improntas no aparecen, como en la práctica totalidad de las cajas, se debe a que el cabecero está montado, puesto que éste reposa por el interior contra los barzones internos.
La impresión del barzón puede tener forma semicircular o cuadrangular/rectangular. Al desencofrar, estos huecos solían rellenarse con grava, cascotes o mortero y luego enlucirse para proteger la fábrica.
La primera de estas improntas se identificó en el punto de muestra número 11: tiene sección semicircular, 6’5 cm de profundidad y 8 cm de anchura, con una separación respecto al extremo de 40 cm. La longitud total de esta tapiada se ha estimado en 316 cm, medida a la que es probable que se aproximen muchos de los encofrados utilizados en Vilella, de los que solamente podemos medir la parte útil. El segundo barzón es algo menor, de 5 cm de profundidad, 6 cm de anchura y también sección semicircular. Fue localizado en el punto de muestra número 16.
Bastante más escasas en general son las improntas dejadas por los cabeceros. En Vilella aparecen dos en el lateral derecho del vano de acceso E a la torre oeste, uno sobre otro. Son idénticos, miden 76 cm de anchura (como el muro) y están formados por tres tablones verticales. Esta configuración no es una norma, sino que responde a la anchura de la que se va a dotar al paramento y al acceso a tablones de determinado tamaño.
Por último, documentamos una impronta de función indeterminada en el lienzo N de la muralla E, sobre el hilo superior de la segunda hilada de cajas. Se hunde 3 cm respecto al plomo del paramento, tiene forma rectangular y se encuentra incompleta. Conserva algo desplazado del centro un orificio circular no pasante de 3 cm de diámetro (
La categoría de los agujales agrupa el mayor número de improntas que se pueden registrar en cualquier construcción en tapia. La gran diversidad de los que encontramos en Vilella nos ha permitido realizar una aproximación tipológica a este tipo de improntas (
• agujales cuadrados o rectangulares sin remate (
• agujales cuadrados o rectangulares con remate de piedra simple – bloque (
• agujales cuadrados o rectangulares con remate de piedra – laja (
• agujales cuadrados o rectangulares con remate tipo "tejadillo": resultan también un tipo bastante común. Están formados por dos lajas en oblicuo, cuyos extremos se apoyan, formando un ángulo (como en un tejado a dos aguas). Hemos creído conveniente aportar una subcategoría, a la que hemos llamado de bloques apuntados: el remate está formado siempre por dos bloques de extremo apuntado y colocados en oblicuo, de forma que entran en contacto por arriba (forma ^) o en ángulo invertido (forma v). No suelen ser numerosos. Aparecen en los puntos 3 y 9-11 (
• agujales cuadrados o rectangulares con remate de laja y bloque (
• agujales con remate oblicuo de laja o bloque (
• agujales circulares (
• agujales rectangulares de pequeño tamaño: sin remate, no son demasiado comunes (
• agujales indeterminados: el desgaste continuo provoca que esta categoría sea abundante en todo el recinto.
En ocasiones, estas improntas no vienen determinadas por la sección o forma de las agujas, sino de los bastones, las piezas que se colocan entre los dos tableros en el interior del encofrado para contrarrestar la fuerza de presión que ejercen los costales. Hay tantos como agujas por caja. Se colocan en la parte superior del encofrado, de forma que, al verter la última tongada de material, compactarla y retirarlos, dejen rozas de un diámetro algo mayor que las agujas para facilitar la inserción de éstas (
En el momento del estudio, dividimos la cerca del recinto de Vilella en cuatro sectores con el objetivo de facilitar su registro y la posterior ordenación de los datos: sector NE, sector N, sector O-NO y sector SO. En todos los casos, la técnica constructiva es la misma: encofrados de tapia horizontales, monolíticos, sobre zócalos y bases de regularización de mampostería. Los paramentos mejor conservados, en el sector O-NO, llegan a alcanzar una altura superior a los siete metros. No se ha conservado ningún resto de crestería, si es que lo hubo, ni tampoco evidencias de que hubiera podido existir un adarve: los muros tienen el mismo grosor en la base y en el final, y no se han encontrado mechinales que pudieran haber sujetado una pasarela, ni con vigas ni mediante tirantes. Así pues, los paños de Vilella cumplieron la sola función de cierre, reservándose la de defensa para la torre oeste y el sistema de ingreso.
Las cajas de tapia fueron colocadas contrapeadas, aunque en algunos puntos presenten hilos verticales coincidentes. La construcción de los lienzos se realizó en zig-zag, adaptándolos al máximo al contorno de la meseta. Entre un lienzo y otro no existe relación de traba, sino de apoyo, formando ángulos de entre 45 y 60º en el interior, y 135 a 150º en el exterior: durante la ejecución, los tableros de los encofrados se montaron desplazados, el exterior entestado contra el frente corto de la tapiada finalizada, y el interior apoyado contra el frente largo interno (
El sector NE está dividido en los lienzos O (que forma parte del sistema de ingreso), N y E. Creemos relevante señalar aquí una peculiaridad en el lienzo N que soluciona un problema constructivo algo complejo: en este punto de la plataforma, la roca madre se eleva por encima del plano para luego descender hacia el este formando un abrupto desnivel en forma de escalón. La solución de los alarifes consistió en crear un plano artificial con el que solventar la irregularidad del terreno, que sirviera a la vez como zócalo o cimentación, y que regulara la altura de los cajones, puesto que, sobre el escalón, la primera hilada de tapial se corresponde con la tercera una vez sobrepasado éste. Para ello, en primer lugar se procedió a preparar un plano de trabajo sobre el afloramiento rocoso mediante una lechada de mortero de cal con áridos finos, sobre la cual se montó un pie de aguja constituido por una sola hilada de bloques (paso 1 de la secuencia de construcción); una vez regularizado el plano horizontal, se preparó el plano vertical, donde se forma el escalón, para poder encajar el encofrado, así que los constructores colocaron dos grandes bloques al comienzo del escalón para acabar de lograr un plano completamente horizontal y formar un ángulo recto; se construyó al mismo tiempo un murete de mampuestos, dispuestos sin demasiado orden, con los que rellenar las irregularidades de la arista vertical (paso 2). Los huecos restantes entre los bloques y entre los mampuestos fueron colmatados con el vertido de mortero de cal con áridos y cantos (paso 3). Una vez logrados dos planos lo suficientemente regulares, comenzó la construcción con encofrados desde la parte más baja del desnivel, entestando contra el plano vertical el encofrado para la primera tapiada de la hilada inferior (paso 4), levantándola de O a E. Una vez alzadas las dos hiladas más bajas, los constructores comenzaron a montar los encofrados sobre el plano horizontal y el pie de aguja, también de O a E, entestando la primera caja contra el lienzo O; esta hilada, al correr hacia el E, constituiría la tercera hilada de altura del paño (paso 5).
La recuperación de esta secuencia constructiva completa nos permite aproximarnos al proceso arquitectónico del refugio. Comprobamos, pues, que tras la idea de improvisación o sencillez que se atribuye a la técnica del tapial, hubo planificación previa.
Se trata del único punto por el cual se puede acceder al interior del recinto de Vilella. Es un sistema no excesivamente complejo, encuadrado en la categoría de accesos en recodo mediante torre, y reforzado por la orografía de la propia peña del refugio. Tiene planta rectangular con dos vanos no enfrentados: cuando se accede a la estructura, es necesario realizar un giro a la derecha para encarar el segundo hueco (
Se han sugerido varias propuestas de interpretación para esta estructura, desde muros paralelos dotados de adarve hasta un pasillo con impedimento flanqueado por una torre (
El primer cuerpo está formado por cuatro hiladas de tapia (de abajo hacia arriba 84, 80, 84 y 54 cm de altura en el paramento NO), con un grosor de 120 cm. Sobre él se alzan los restos de dos hiladas de tapia (en el muro O, pero solo una en el NO), con un grosor de 90 cm, colocadas a plomo en la cara externa y dejando en el interior una bancada. Se construye con tapia de mortero con bloques y áridos, salvo el paramento NE: se trata de un pequeño muro incompleto (debido a la conservación) de 120 cm de anchura, 80 cm de longitud y cerca de 2 m de altura, realizado con mampostería ordenada y aparentemente libre. Se apoya contra el paramento E y pertenece al lateral izquierdo del vano exterior. Su fábrica se podría explicar por su longitud escasa, para lo cual no fue necesario montar un encofrado de tapia, solucionando el problema mediante un alzado de mampostería. Su altura original debió coincidir con la del vano, superado el cual el alzado volvería a ser de tapia.
La altura de dos hiladas del segundo cuerpo, con evidencias de hiladas perdidas, nos obliga a descartar su interpretación como parapeto de terraza o de adarve. Creemos que son los restos de una segunda planta de la torre portal, a la cual se accedería mediante una escalera de madera. La bancada que queda, debido al estrechamiento de este cuerpo (90 cm frente a los 120 del inferior), sirvió para el montaje del forjado del segundo piso, mediante vigas de madera apoyadas en los paramentos N y S. Ignoramos si habría más cuerpos por encima del segundo, puesto que no han quedado evidencias.
El carácter simultáneo de la construcción de Vilella se ve interrumpido por la aparición de una segunda fase en la cara interna del paramento O, una reparación o parche. Ocupa buena parte del alzado del primer cuerpo y se sitúa cercana a la esquina con el paramento SO. Se realizó con mampuestos y bloques colocados en hiladas regulares y recibidos con mortero de cal. Resulta imposible adscribir este parche a una cronología precisa: puede que se trate tanto de un fallo en la construcción que hubo de ser arreglado con relativa inmediatez o, de forma creemos que más probable, de un trabajo de reparación tras el primer período de abandono del refugio. De cualquier modo, estos retoques de la tapia mediante mampostería dispuesta en bataches resultan comunes en los edificios de tapia.
También en mampostería, aunque utilizando sillarejos más o menos escuadrados, encontramos en la esquina O de la cara externa del paramento NO un refuerzo o machón encofrado, idéntico a otro que aparece en posición similar en la torre oeste (figuras
Las relaciones entre los paramentos son de traba, salvo en el caso del muro de mampostería NE, el cual se apoya. Sin embargo, la unión del paramento SO con el lienzo de cerca N presenta un sistema que creemos interesante señalar: se contabilizan cinco hiladas de tapia costrada y de mortero con bloques y áridos, con una altura en torno a los 80-86 cm. Presenta dos llamativos acabamientos en mampostería en las hiladas tercera y cuarta, para solventar algunas deficiencias constructivas en el sistema de enjarje. Estos acabamientos fueron realizados con mampuestos (
Tras el sistema de ingreso, la torre oeste (
La torre se encuentra situada al oeste de la peña, sobre una pequeña elevación. Tanto los lienzos NO y SO de la cerca se apoyan contra la torre, la cual aparece como un elemento independiente, de forma que la única traba entre cajas de tapia se da entre los paramentos de la propia estructura. Se trata de una obra coetánea al conjunto del refugio, puesto que los materiales y técnica son homogéneos respecto al resto de muros registrados y estudiados. Aun así, por su relación con la cerca, puede que se trate de la primera estructura alzada del refugio.
En un primer momento, esta torre fue interpretada por Bazzana y Guichard como un aljibe, a causa de la forma vista en las fotografías aéreas tomadas; recordemos, sin embargo, que Vilella carece de esa estructura de recogida de agua. Tanto los dos vanos como las dos aspilleras, así como la inexistencia de un recubrimiento impermeabilizante en la cara interior de los paramentos, descartan por completo esa interpretación.
La construcción de esta estructura se llevó a cabo con dos tipos de tapia distintos: la mitad inferior de los paramentos N, E y O (visibles solamente desde el exterior debido al desnivel existente entre dentro y afuera) se levantó con tapia hormigonada, mientras que la mitad superior es del tipo de mortero con bloques y áridos; en todos los casos, la anchura de las cajas se ha calculado en 76 cm. Este uso de dos o más tipos de tapia de forma simultánea no resulta en absoluto extraño, pues se logra con ello diferentes resultados estructurales, dado que la tapia hormigonada resiste mucho mejor las cargas y el desgaste que se produce con el tiempo
El vano de acceso E, como ocurre con el S, no cuenta con jambas ni dintel, presentando los acabamientos laterales un aspecto liso idéntico al de las caras de las cajas. Muestra una gorronera a cada costado (
En el paramento oeste se han registrado dos aspilleras (
Dada la localización de las aspilleras, para batir la plataforma exterior por la que se accede al refugio, esta torre debió cumplir un papel de defensa activa más que de vigilancia. En cuanto a la altura original, resulta imposible determinarla. A pesar de todo, la anchura de los muros no parece permitir la existencia de más de un cuerpo o dos a lo sumo. De todos modos, cualquier hipótesis de restitución resulta arriesgada sin más evidencias.
El edificio tradicionalmente conocido como castillo de Vilella o de Almiserat se define como un refugio temporal en altura, alejado de los núcleos de hábitat situados en el entorno inmediato del corredor del río Vernissa, para dificultar su localización en caso de peligro y el acceso hasta él. Como todos los refugios simples andalusíes de ámbito rural, Vilella fue concebido para albergar una determinada cantidad de personas, no excesiva en número, durante un lapso corto de tiempo. Los refugios no presentan, normalmente, defensas complejas más allá de los sistemas de ingreso y los filtros de acceso, y una o dos torres de dimensiones variables; tampoco suelen presentar más estructuras internas que un aljibe, al menos que conozcamos por ahora. Resultaban medidas más que suficientes, puesto que los cristianos no estaban dispuestos a sacrificar tiempo, hombres ni ganancias en largos asedios o complicados asaltos.
A pesar de su deficiente estado de conservación, hemos podido recuperar la función de sus partes y su secuencia de construcción. Vilella se divide en tres sectores: el sistema de ingreso, construido como torre-portal con acceso en recodo, la torre oeste y la explanada interior, defendida por varios paños de cerca que desaparecen en la cara S. En cuanto a la secuencia, tanto el sistema de ingreso como la torre oeste fueron construidos de forma independiente aunque simultánea, seguidos de inmediato por los lienzos de cerca para conectar ambas estructuras y cerrar el espacio. Resulta evidente en la torre oeste, donde no existen más relaciones entre cerca y la propia estructura que las de apoyo, mientras que el sistema de ingreso muestra un enjarje con la cerca N poco planificado o fallido, y en el que los encofrados de tapial corrieron en dos direcciones distintas hasta encontrarse.
El proceso evolutivo de Vilella se divide en cuatro fases (
Desgraciadamente, la falta de materiales cerámicos con un contexto fiable y de campañas arqueológicas o de sondeos en el interior del recinto de Vilella, nos impiden precisar cronologías más concretas o determinar otras posibles fases intermedias.
Por lo que respecta a los materiales y técnicas constructivas, se comprueba cómo el uso de distintos tipos de tapias no resulta un hecho arbitrario, sino que responde a la necesidad de hallar ciertos comportamientos estructurales. La tapia hormigonada aparece siempre en los niveles bajos de los edificios, como ocurre en la torre oeste, y es comparativamente la menos común: es una tapia mucho más resistente gracias a su alto contenido en cal y a su fuerte grado de compactación, y ofrece una base sólida que absorbe la presión de las hiladas superiores. Las tapias de mortero con bloques y áridos son mucho más comunes para alzar el resto de paramentos menos comprometidos: la menor cantidad de cal requerida y el uso de bloques del entorno inmediato abaratan su ejecución, por lo que es la más ampliamente utilizada. El tercer tipo, la tapia costrada, requiere algo más de cal para la costra exterior, pero ello no impide que sea también una categoría común y de larga perduración tras la conquista cristiana. Las improntas asociadas a las cajas muestran un uso preferente de encofrados formados por tableros de barzones alternos para facilitar el montaje del cabecero, y de entre 4 y 6 tablones, cifra que no responde a medidas concretas sino a la disponibilidad; la altura es la medida más estable, mientras que la longitud de los encofrados varía entre los 2 y 3 metros. La anchura, por su parte, se halla más relacionada con la altura de los paramentos que con otras posibles causas.
Los agujales muestran una extrema variabilidad: aparecen varios tipos en una misma línea, lo cual denota una falta de patrón o norma en su uso: independientemente de la sección, su cometido es sujetar los costales y los tableros. La aparición de agujales rectangulares de pequeño tamaño, que siempre suelen ir agrupados, podría indicar el uso de tipos de aguja distintos y tal vez duraderos, aunque lo cierto es que la función, sobre todo la de los pares de pequeño tamaño, resulta desconocida. Existe una preferencia sobre los agujales rectangulares de pequeño tamaño en las tapias hormigonadas.
Respecto a la mampostería, esta técnica es muy abundante tanto en Vilella como en los demás edificios defensivos valencianos. No es demasiado común que aparezca para alzar paramentos enteros en época islámica, pero sí resulta muy abundante en zócalos, bases de regularización y cimientos. Las tapiadas nunca se asientan sobre la roca, sino que entre ambos elementos aparecen zócalos mayores o menores de mampostería que pueden llegar a incluir sillarejos en su composición; en los casos en que no hay zócalo, se opta por verter una lechada de mortero de cal sobre la roca y colocar una hilada de mampuestos a modo de pie de aguja. En ningún caso hay contacto directo entre tapias y roca, ni siquiera en la torre oeste donde las tapias hormigonadas podrían haber funcionado, según algunos autores, como cimentación del paramento (
El refugio de Vilella es un ejemplo de oportunidad y aprovechamiento máximo de los materiales del entorno. Del mismo modo, muestra el impulso propio de las aljamas por protegerse ante el avance de los cristianos. Creemos que el estudio de estos pequeños recintos, aún mal conocidos, puede aportar bastante información acerca de los procesos y técnicas de ejecución con que contaron aquellas comunidades andalusíes.
La mayor parte de las fortificaciones desde mediados del siglo XII a principios del siglo XIII responde a las necesidades de protección de las comunidades andalusíes, lo cual implicó en el caso valenciano la creación de una densa red de castillos, torres y recintos defensivos (
Trad. del a.: "Y cuando esto hubo sucedido, entramos en el valle de Bairén, y hablamos con el alcaide que tenía el castillo de Bairén, y con aquellos [alcaides] de Vilallonga, de Borró, de Vilella y de Palma, que eran castillos roqueros grandes y fuertes. Y nos dijeron que cuando el alcaide de Bairén hubiera pactado con Nos, que todos aquellos del valle se rendirían". De la edición de
Nunca se llega a conocer el nombre de los alcaides de menor rango. Una de las pocas excepciones la representa el caso de Carmoixent. Guichard opina que la aparición reiterada décadas después de la conquista de los nombres de ciertos alcaides en la documentación cristiana puede llevar a pensar en la existencia de una categoría "militar" de estos personajes. El alcaide de Carmoixent, llamado Abuceyt Abencablia, tenía el castillo durante la tercera revuelta de los musulmanes valencianos (1276-1277), pero acabaría por entregarlo a Pedro el Grande en 1277 o 1278 (
Ni el contingente militar del momento de la conquista era suficiente para ocupar y mantener los numerosos recintos fuertes tomados a los andalusíes, ni la Corona disponía de los recursos económicos, ni siquiera mediante la donación a manos privadas, para mantenerlos activos y en buen estado. Aparte, no todos tenían importancia militar o geográfica como para destinar hombres y recursos a su ocupación; ese fue el caso de los refugios rurales, abandonados del mismo modo que los albacares de los complejos de mayor entidad (
Archivo de la Corona de Aragón (A.C.A.), reg. 10, fol. 100 rv.
A.C.A., reg. 11, fol. 192 r.
La confusión en la historiografía es notable: en 1965, el historiador local Josep Camarena afirmaba que, tras la donación de Almiserà (Almiserat) en 1298 a Lorenzo d’Escala, éste construyó allí su propio castillo (Camarena, 1965: 38). El desconocimiento entonces de la localización de Vilella lleva a duplicar su existencia: "hacia el interior se escalonaban en profundidad los [castillos] de Palma, Borró (Rótova) y Vilella (Luchente). Otros dos de menor importancia, los de Villalonga y Almiserat, completaban el circuito defensivo de La Huerta" (
No obstante, desde que Bazzana y Guichard relacionaron el nombre de Vilella con estos restos hasta las últimas publicaciones, se ha tendido a señalar que sí hay un aljibe: "Es nota l’absència total de qualsevol classe d’edifici habitable de manera permanent. L’única construcció que apareix és l’aljub, instal·lat contra la muralla" (
Agradecemos la información al respecto proporcionada por don José Signes Camarena, natural de Almiserat y buen conocedor del paraje donde el refugio se encuentra.
Aunque se ha utilizado de manera muy mayoritaria el término mechinal para designar el orificio de inserción de las agujas, el adecuado y correcto es agujal, quedando reservado el primero para otros sistemas de construcción: el DRAE lo define como "agujero cuadrado que se deja en las paredes cuando se fabrica un edificio, para meter en él un palo horizontal del andamio", aunque también ayuda a sustentar entramados de vigas. El mismo DRAE define, por su parte, el agujal como "agujero que queda en las paredes al sacar las agujas de los tapiales".
Tras la conquista cristiana, el tapial no se abandona, pero los paramentos exclusivamente de mampostería sí parecen más comunes en época cristiana, como ocurre en uno de los muros del recinto superior del castillo de Palma, o en los poblados moriscos de los valles interiores de la Marina Alta (norte de Alicante), donde la mampostería parece encofrarse (
Hemos de mostrar a este respecto nuestro más sincero agradecimiento a Josep Torró y a Ferran Soldevila por el interés mostrado a la hora de tratar de identificar esta impronta, aunque desgraciadamente no se ha podido llegar a ninguna conclusión satisfactoria.
"En ocasiones se empleaban agujas de metal. Éstas tenían la ventaja de extraerse una vez terminado el tapial. La señal que [...] dejaban en las fachadas era la de su silueta o contorno (cuadrada o rectangular en el primer caso [de madera] y circular en el segundo [de metal])". (
Aparte de en Vilella, hemos comprobado su existencia en la torre extrema del recinto oriental del castillo de Bairén en Gandía (
Respecto al uso de diferentes tipos de tapia en las torres, no podemos dejar de recomendar el excelente estudio realizado en la torre de alquería de la localidad de Torre de les Maçanes, Alicante (